martes, 12 de febrero de 2013

Fantaseando en la fila


Creo que de un tiempo a esta parte los "touch and go" se han transformado en una de las cosas más entretenidas de mi vida. Y no digo que sea algo que hago cada vez que puedo o con quien se me cruce por delante, se equivoca, esas cosas se hacen siempre cuando una QUIERA y no cuando PUEDA.
Quién no ha soñado o imaginado cosas en la calle, en el metro, la micro, la fila del banco, la consulta del doctor o donde la mente se concentra en una sola cosa: un encuentro casual con un desconocido y donde uno menos lo imagina.


Pero este desconocido tampoco es cualquier pelagato que de califa te mira degeneradamente y termina causándote repudio. Si no, que imaginamos a ese hombre con pinta de rudo, de brazos fuertes que al verlos inevitablemente te imaginas una arrinconá por ahí y con su buen agarrón, con buen perfume (porque el olor a piel no calienta a nadie y el perfume todo el rato), con la buena camisa para desabrochar, el jeans medio ajustado y un tanto despeinado para terminar de chasconearlo como corresponde.


Imaginas que lo ves llegar a donde estás, cruzada de miradas, sonrisas varias pero discretas, algún gesto técnico y al ataque. Son parte de alguna fantasía digo yo, pero lo cierto es que muchas seríamos felices con una aventura como ésta, o para las más cartuchas se convertiría en la historia de sus vidas, historia que seguramente a muchas de esas “aritos de perla” les quedaría gustando como en alguna oportunidad me pasó a mí y que ahora me tiene escribiendo y contando las cosas obscenas o revelando lo que pasa por mi mente cuando no estoy pensando en el trabajo.


Y si, cuando era “más joven” esos aritos de perla que usaba pasaron de pronto a extraviarse “por dar la pasá” y fue entonces cuando me di cuenta que la vida era una sola y no por cartucha iba a dejar pasar las cosas buenas que tiene la vida, digo yo.


Eso sí, la fantasía y todas esas cosas ricas y pasionales que están de lo mejor en tu mente se pegan el porrazo de la vida cuando te percatas que es tu turno y que el cajero del banco es el típico guatón, viejo, con cara de “puta la hueá” y que ni siquiera te dice “buenos días” porque quiere irse luego para la casa. Y es ahí cuando piensas: seguirá siendo una fantasía animada de ayer y hoy.. (y si tienes mala suerte, quizás de mañana también). Porque claro, ese hombre rudo, apuesto, de camisa, con mirada desafiante sólo existe en las películas de acción. Donde realmente hay acción. Y de la buena.

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