Para quienes han leído las “50 sombras de Grey” resulta
impactante percatarse la cantidad de emociones que nos puede provocar un simple
libro. Digo simple porque si no fuera por el boom que ha tenido alrededor del
mundo seguramente poco y nada sabríamos de esta saga.
Una novela erótica donde los hombres que oyen hablar de ella
creen que una es la inexperta en las artes amatorias y que necesitamos de un
libro para poder “aprender”. Ilusos. Otros piensan que con regalarle tal obra a
su mujer creen que le hace un favor como si se tratara de un manual o
instructivo de cómo tener sexo. Doblemente Ilusos.
Yo creo que lo encanta no es esa sensación de sadomasoquismo
que muchas quizás no nos gustaría experimentar. Si no más bien, sacar a la
Señorita Anastasia Steele que todas llevamos dentro.
Sentirse tan deseada y poseída a la vez. Sentirse protegida
a pesar del peligro, sentir que con sólo morderse el labio un hombre sería
capaz de “cogerla” ahí mismo en el sofá. Sentir prácticamente un orgasmo cada
vez que el sujeto rudo y extraño la mira. Sentir “50 mil cosas” a la vez y sólo
con un hombre, que a pesar de su particular forma de amar, termina encantando a
las lectoras. Muchas lo desean. Me incluyo.
Una obra que nos envuelve en inocencia, en sumisión, en desear
nuevas sensaciones y experiencias (no sé si las que se relatan, pero acción al
fin y al cabo). Un cuarto de juegos cambió su vida, como a nosotros nos puede
cambiar la nuestra un simple libro. Claro, porque de aquí a conseguir un “Grey”
es como pedirle peras al olmo, no?
Quizás un poco de inocencia no nos vendría nada de mal, ser
o mostrarse una mujer sumisa tampoco. Quién sabe, quizás hasta puede ser
orgásmico. Las mujeres frías no sabemos mucho de esas cosas, y quizás podríamos
terminar agarradas del moño con Grey, (lo digo en sentido figurado, para que no
me imaginen colgada desde el pelo en aquel cuarto de juegos). Las mujeres frías
queremos tener el control siempre, por lo que ceder un poco y entregarse a un
galanzote como el susodicho del libro, quizás nos sería útil. Insisto, quizás.
Hace tiempo que la era del príncipe azul desapareció, casi
con los dinosaurios, y a pesar de lo controlador, por no decir más, que puede
ser Christian Gray, al fin y al cabo nos hace sentir una pizca de amor por
aquel magnate de los negocios y quiéranlo o no, a ratos o por períodos todas
hemos sido una Señorita Steele.